domingo, 13 de mayo de 2007

Arquitectura imperial

Cualquier creación humana es una manifestación del talento, la voluntad, la visión, las neurosis, los complejos y la falta de educación de su autor. Sin embargo, de todos los quehaceres humanos, es la arquitectura la que requiere mayores esfuerzos y recursos. Por lo tanto, es la arquitectura la que permite a nuestros creadores más ilustres demostrar el derroche de mal gusto del que son capaces.

Hace algunas décadas, la arquitectura mexicana podía resumirse en un solo estilo ecléctico que abarcaba toda la república. Algunas sutiles diferencias, solo perceptibles al ojo educado, definían dos subestilos: el Narcobarroco en los estados fronterizos, y el Puticharro en el resto del territorio nacional.

Con la globalización y la oportunidad que esta le brindó a nuestros políticos y empresarios de conocer destinos tan refinados como Las Vegas y Orlando, el Puticharro dio paso a una multiplicidad de estilos que se ajustaban mejor a las paticularidades de cada trastorno megalomano.

El julio Cesar.
Este fue el primer estilo definido en surgir, con sus frontones y columnatas inspiradas en los grandes monumentos antiguos. Sus creadores poblaron todo el norte de la república, de Satélite hasta Chihuahua, con hermosas obras como Acrópolis y la casa de campo del Negro Durazo.

El Rey Arturo.
Este hermoso estilo corrió como la pólvora y podemos encontrar ejemplos, desde pequeños torreones en unidades habitacionales en Tecamac hasta verdaderas fortalezas en Interlomas. Combina armónicamente la piedra caliza, con el hierro forjado y el vidrio polarizado.

El Napoleón.
Ya un poco pasado de moda, el estilo Napoleón no se limita a replicar el ya mal gusto de siglo XVIII, sino que en un afán de conservación del patrimonio nacional, cubre la madera estofada y el fino terciopelo, con no menos fina película plástica.

El Santana/Nezahualcoyotl
Nacido de un nuevo interés por nuestras raíces, el estilo Santana/Nezahualcoyotl replica los momentos más gloriosos de nuestro pasado. Aquí se conjuntan de manera perfectamente armónica las escalinatas aztecas y mayas con los motivos hacendarios de la colonia, los magueyes y por supuesto las ventanas en forma de rueda de carreta en las que se alternan los vidrios azules y ámbar.

Así que cuando decida construir, tenga en cuenta estos estilos. Si ninguno le convence, recuerde que existen muchos emperadores de los cuales todavía no hemos echado mano: Jerjes, Atahualpa, Boabdil, Kim Yong Il… En todo caso, nunca olvide la vitrina que le dejó su abuela con sus payasitos de Murano y su Torre Eifel de latón, testimonio de que el buen gusto no le vino con el dinero, sino que corre en su familia desde hace generaciones.

4 comentarios:

Sabucles dijo...

Acertado post de la ensalada arquitectónica de nuestra amada República. Quizás seamos víctimas de la colonización. Al ser colonia, llega un momento en que uno dice ¿A chinga? ¿Y yo a quien me parezco? en lo que llega la respuesta me hago hijo de todos (de la chingada incluso) y le doy sus cinceladas al lugar que se convertirá en mi sacrosanto hogar. A fin de cuentas, si hay varo, pues a derrocharlo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

y yo que creía que las latas de aire de francia que almacenaba mi mamá eran símbolo de prosperidad y buena fortuna... arquitectura etérea.

eso sí, vientos por el blog!

Claudisimo dijo...

Vientosss!!!! atinado análisis del derroche de refinamiento no se si sólo de arquitectos o tambien de los dueños de dichos inmuebles. En cuanto pueda te posteo una foto de una casa en bosques del estilo: Bárbol del Sr. de los Anillos. Bienvenido al weblog world.

Anónimo dijo...

Y yo que pensé que eramos únicos... Chequen esta liga!

http://monocle.com/affairs/narcotecture_in_afghanistan.php