domingo, 27 de mayo de 2007

Balance cero

Sesenta por ciento de las copias de Microsoft Office instaladas en México son piratas. Probablemente la de usted, apreciable lector, y la mía en un descuido, también lo sean.
Hay discos piratas, tennis piratas, software pirata, medicinas piratas y hasta libros piratas; en un país en que el promedio de lectura es de un libro al año. Detrás de esta ilícita actividad están, como todos lo sabemos, los coreanos, los chinos, los rusos, los vecinos de Tepito, las mafias, las maras, los coapos y los satelucos.
Ya nada nos sorprende. Los periódicos, los noticieros, los comunicados del gobierno y hasta ese par de insufribles niños del cine nos recuerdan diariamente el daño que estos bucaneros modernos* le hacen a nuestro país y los millones que día con día pierde Bill. ¡Pobre Bill!

De lo que nadie habla, en cambio, es de la creciente “piratería de balance cero”. Muy lejos de Tepito, de Pericloaca y del bazar de Lomas Verdes, este flagelo** está invadiendo otrora respetables colonias como las Lomas, el Pedregal y la del Valle.
Basta con circular entre nueve de la mañana y una de la tarde por cualquier zona escolar de estas colonias, para encontrar calles completas bloqueadas por camionetas de lujo, con la cajuela abierta y productos de toda clase exhibidos.
Por supuesto que no se trata de delincuentes ni de artículos piratas. Tan sólo son las mamás vendiendo réplicas originales (¿cómo dice?) frente a la escuela de sus hijos. Así es. Ahora las señoras con camionetas Honda, Mercury o BMW, todas ellas originales, han decidido expandir sus horizontes y superarse. Ya no es suficiente estacionarse en triple fila, el reto de hoy es vender bolsas Luis Buitrón, corbatas Tristan Pior y mascadas Perragamo.

Es difícil comprender porqué una persona con un coche con un valor de trescientos cincuenta mil pesos tendría necesidad de vender piratería en la calle…
Este humilde autor se atreve a formular una hipótesis:
las señoras realmente creen que con esto son productivas, que no son parásitos sociales sino modernas mujeres de negocios, que están haciendo “algo”, reto ante el cual ya han fracasado estrepitosamente las clases de religiones comparadas, el feng-shuy y esos seiscientos cincuenta pesos que donaron al teletón.

¿Y porqué piratería de balance cero? Los expertos hemos dado en llamar a este fenómeno “piratería de balance cero” por un simple fenómeno de transitividad cíclica: la Yuyis le compra una bolsa a la Chatita Betancourt, que a su vez le compra unas mancuernillas a Paty Martinez-Terán, que le compra una mascada preciosa a Lorena Corcuera, que finalmente le compra esos aretes di-vinos a la Yuyis.
Resultado: un balance de ingresos-egresos nulo. El único que día con día aumenta su capital inicial, es el dueño del Bondy donde la Yuyis, la Chatita, Paty y Lorena van a desayunar conchas y cafecito.

*Agradezco a Javier Alatorre por esta atinada e inspiradora alegoría
** Otra vez, gracias Javier

domingo, 13 de mayo de 2007

Arquitectura imperial

Cualquier creación humana es una manifestación del talento, la voluntad, la visión, las neurosis, los complejos y la falta de educación de su autor. Sin embargo, de todos los quehaceres humanos, es la arquitectura la que requiere mayores esfuerzos y recursos. Por lo tanto, es la arquitectura la que permite a nuestros creadores más ilustres demostrar el derroche de mal gusto del que son capaces.

Hace algunas décadas, la arquitectura mexicana podía resumirse en un solo estilo ecléctico que abarcaba toda la república. Algunas sutiles diferencias, solo perceptibles al ojo educado, definían dos subestilos: el Narcobarroco en los estados fronterizos, y el Puticharro en el resto del territorio nacional.

Con la globalización y la oportunidad que esta le brindó a nuestros políticos y empresarios de conocer destinos tan refinados como Las Vegas y Orlando, el Puticharro dio paso a una multiplicidad de estilos que se ajustaban mejor a las paticularidades de cada trastorno megalomano.

El julio Cesar.
Este fue el primer estilo definido en surgir, con sus frontones y columnatas inspiradas en los grandes monumentos antiguos. Sus creadores poblaron todo el norte de la república, de Satélite hasta Chihuahua, con hermosas obras como Acrópolis y la casa de campo del Negro Durazo.

El Rey Arturo.
Este hermoso estilo corrió como la pólvora y podemos encontrar ejemplos, desde pequeños torreones en unidades habitacionales en Tecamac hasta verdaderas fortalezas en Interlomas. Combina armónicamente la piedra caliza, con el hierro forjado y el vidrio polarizado.

El Napoleón.
Ya un poco pasado de moda, el estilo Napoleón no se limita a replicar el ya mal gusto de siglo XVIII, sino que en un afán de conservación del patrimonio nacional, cubre la madera estofada y el fino terciopelo, con no menos fina película plástica.

El Santana/Nezahualcoyotl
Nacido de un nuevo interés por nuestras raíces, el estilo Santana/Nezahualcoyotl replica los momentos más gloriosos de nuestro pasado. Aquí se conjuntan de manera perfectamente armónica las escalinatas aztecas y mayas con los motivos hacendarios de la colonia, los magueyes y por supuesto las ventanas en forma de rueda de carreta en las que se alternan los vidrios azules y ámbar.

Así que cuando decida construir, tenga en cuenta estos estilos. Si ninguno le convence, recuerde que existen muchos emperadores de los cuales todavía no hemos echado mano: Jerjes, Atahualpa, Boabdil, Kim Yong Il… En todo caso, nunca olvide la vitrina que le dejó su abuela con sus payasitos de Murano y su Torre Eifel de latón, testimonio de que el buen gusto no le vino con el dinero, sino que corre en su familia desde hace generaciones.